De entrada manifiesto que no
tiene nada que con política, para nada, aunque nació de esos lados.
En vista de unos escritos
recientes, que de alguna manera causaron preocupaciones en mi entorno, pues
decidí que no iba a escribir lo que pensaba, es más, iba a empezar a pensar
poco lo que hiciera, una suerte de como vaya viniendo, vamos viendo de Eudomar
Santos.
Así pues, empecé a hacer las
cosas de esa manera, si tenía hambre comía, sin pensarlo mucho, comía lo
primero que veía al abrir la nevera o en lo primero que se me antojara. Si era
en un restaurante, cerraba los ojos y apuntaba al vacío de la carta, donde
cayera el dedo, ese sería mi almuerzo.
A la hora de manejar, pues con
los ojos abiertos, echaba para adelantes, atrás o a los lados según lo indicara
la necesidad.
Cuando entreno, lo hago hasta que
me canso, sin pensar mucho, si quiero trotar, troto, si quiero correr, pues
corro. Si quiero saltar cuerdas, salto. Hacer flexiones sin contar, o
abdominales hasta quedar mareado, no pensar es también un deporte extremo.
A las semanas de estar en esto
descubrí que no era el único, un montón de personas se quitaron el peso de no
pensar, de actuar y ya. Como buen existencialista y sartreano que soy, me
identifiqué con un grupo en el cual me proyecto y empezamos a formar una
especie de club.
Obviamente, tal club tiene sus
dificultades, como por lo menos, ponernos de acuerdo a la hora de un punto de
encuentro o la hora de reunión. Esto fue solventado sin pensarlo y de la manera
más sencilla, si nos encontrábamos, pues nos reuníamos, la casualidad fue
fijando un patrón.
Aún así, como buen club de
personas civilizadas debíamos tener ciertas reglas. La primera, no pensar,
prohibido pensar, hablábamos de vaguedades, de mucho o de poco. Ionesco estaría
muy orgulloso, vivir la vida a la Cantante Calva es divertido. Segunda regla,
nunca, nunca hablar de política. Tercera regla, pensar sería pechado, así que
quien expresara pensamientos profundos debería brindar las bebidas.
Hubo sí un punto difícil de
manejar. Quién presidiría el club. Ya que todos asumimos no pensar de manera
individual y el club no era autoría de nadie, pues todos podíamos ser
presidentes. Todos habíamos demostrado méritos, llevar la vida sin pensar, al
garete, es una visa a muchas nuevas oportunidades y emociones, presidir el club
era una de ellas.
Como siempre, la solución se
manifestó de manera clara y sencilla.
Está totalmente comprobado que no
pensar puede llevarte hasta la presidencia… de nuestro club.
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