martes, 21 de mayo de 2013

El club de los no pensantes


De entrada manifiesto que no tiene nada que con política, para nada, aunque nació de esos lados.

En vista de unos escritos recientes, que de alguna manera causaron preocupaciones en mi entorno, pues decidí que no iba a escribir lo que pensaba, es más, iba a empezar a pensar poco lo que hiciera, una suerte de como vaya viniendo, vamos viendo de Eudomar Santos.

Así pues, empecé a hacer las cosas de esa manera, si tenía hambre comía, sin pensarlo mucho, comía lo primero que veía al abrir la nevera o en lo primero que se me antojara. Si era en un restaurante, cerraba los ojos y apuntaba al vacío de la carta, donde cayera el dedo, ese sería mi almuerzo.

A la hora de manejar, pues con los ojos abiertos, echaba para adelantes, atrás o a los lados según lo indicara la necesidad.

Cuando entreno, lo hago hasta que me canso, sin pensar mucho, si quiero trotar, troto, si quiero correr, pues corro. Si quiero saltar cuerdas, salto. Hacer flexiones sin contar, o abdominales hasta quedar mareado, no pensar es también un deporte extremo.

A las semanas de estar en esto descubrí que no era el único, un montón de personas se quitaron el peso de no pensar, de actuar y ya. Como buen existencialista y sartreano que soy, me identifiqué con un grupo en el cual me proyecto y empezamos a formar una especie de club.

Obviamente, tal club tiene sus dificultades, como por lo menos, ponernos de acuerdo a la hora de un punto de encuentro o la hora de reunión. Esto fue solventado sin pensarlo y de la manera más sencilla, si nos encontrábamos, pues nos reuníamos, la casualidad fue fijando un patrón.

Aún así, como buen club de personas civilizadas debíamos tener ciertas reglas. La primera, no pensar, prohibido pensar, hablábamos de vaguedades, de mucho o de poco. Ionesco estaría muy orgulloso, vivir la vida a la Cantante Calva es divertido. Segunda regla, nunca, nunca hablar de política. Tercera regla, pensar sería pechado, así que quien expresara pensamientos profundos debería brindar las bebidas.

Hubo sí un punto difícil de manejar. Quién presidiría el club. Ya que todos asumimos no pensar de manera individual y el club no era autoría de nadie, pues todos podíamos ser presidentes. Todos habíamos demostrado méritos, llevar la vida sin pensar, al garete, es una visa a muchas nuevas oportunidades y emociones, presidir el club era una de ellas.

Como siempre, la solución se manifestó de manera clara y sencilla.

Está totalmente comprobado que no pensar puede llevarte hasta la presidencia… de nuestro club.

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