jueves, 15 de septiembre de 2011

Los semáforos inteligentes

Ahí están, cada vez más presentes en nuestras cuidades, cada vez más, restregándonos su inteligencia en la cara, su infalibilidad, su odiosa puntualidad, aspectos que nos recuerdan que somos todo lo contrario. Su "iluminación" nos reduce a lo que somos, unos salavajes en 4 ruedas.

Es que ahí están, inteligentazos, no importa si uno es n PHd o un tecnócrata del IESA, los inteligentes son ellos, son ellos quienes marcan la pauta, quienes dirigen nuestra movilidad.

Diablos, cómo fastidian mi estadía en las esquinas. Cómo arruinan ese momento que espero tanto, en vez de ver si el malabarista con cuchillos se pela y se clava uno en el pie o en vez de estar pendiente de ver si aquel que trabaja con fuego se prende en candela y se quema, no, mi atención se centra en contar, como hipnotizado, los segundos que faltan para que me toque la luz verde de nuevo.

Estúpidos semáforos inteligentes.

Realmente eso de contar los segundos me enloquece, si estoy de primero siento una presión que no necesito, 3, 2, 1, arranca flaco. Si no arranco, pues el mismo semaforito mide el tiempo actual del cornetazo de quien está atrás. Ese conductor que debe pensar "infeliz, si la cuenta está en regresivo, por qué no estás pilas y pones primera o drive cuando falten 3 segundos, en vez de esperar la luz verde" y tiene razón, toda la razón, pero las esquinas y los semáforos, los viejos, los brutos, estaban para darnos un respiro y una oportunidad para el despiste. Pero no, estos maestros de tres luces vienen a enseñarnos a estar pilas en las esquinas.

Dígame si en vez de estar de primero, estoy de segundo o tercero, ahí sí, cuando faltan tres segundos ya tengo la primera puesta, la mano en la corneta y los labios prestos para exclamar "infeliz, si la cuenta está en regresivo, por qué no estás pilas y pones primera o drive cuando falten 3 segundos, en vez de esperar la luz verde".

Es en este momento cuando reflexiono y me doy cuenta del aprendizaje real que estos semáforos vienen a darnos. Como sociedad nos hemos acostumbrado a atacar con los mismos argumentos que odiamos esgriman en nuestra contra. Por un lado ataco al presidente porque quiere quedarse en el coroto, pero por el otro soy el eterno candidato a todo. Por un lado critíco que una potencia pretenda la unipolaridad, pero por el otro quiero ser ejemónico. Critico que no estés pila en un semáforo, cuando pretendo que entiendas que quiero ver si el malabarista sale herido de alguna manera.

Diablos, nunca pensé que un semáforo pudiera ser tan brillante y darnos lecciones tan sencillas.