Llegamos, otra vez, al punto donde no queríamos estar, a un año de unas elecciones fundamentales en importancia y posiblemente ganables, altamente ganables...
Sin embargo, de nuevo, este proceso electoral nos va a agarrar con los pantalones abajo y desarmados, esa es y ha sido la constante piedra con la que tropieza una y otra vez la oposición, un tropiezo que parece ser ya es amor por la piedra.
Estamos, tal vez, a un poco más de un año para las elecciones legislativas del 2015, el gobierno, sin duda, ya debe tener una estrategia electoral, un plan y raspará la olla para sacar dinero y votos. No creerlo es caer en un estado de inocencia doloroso.
Pero no es el gobierno lo que nos debe ocupar, lo que debería preocuparnos, al punto del terror, es que no haya nadie que hable de primarias, de la necesidad de estar YA, en la calle, haciendo campaña, conectando con los votantes, haciendo que eso llamado pueblo haga la relación directa entre este caos y el gobierno, un 2 + 2 necesario para sumar votos.
Pero no, esto no está pasando, porque una corriente opositora insiste en desviar la atención de la oposición, tan fácil de distraer como un mal alumno en una clase de física, con promesas falsas, inmediatas e imposibles.
Hacen uso de mentiras a medias y de mitos completos. Hablan del CNE, dicen que es imposible ganar elecciones con este CNE, pero llaman a un proceso electoral, eso es la Constituyente. Vale recordarle a Leopoldo López y a su gente que la oposición ha ganado con este CNE, que ha ido aumentando su votación y que, con buenos candidatos se gana. Los malos candidatos no ganan. Esto hay que decirlo. Voluntad Popular no es un partido atractivo, es un partido de niños aventureros, a quienes les falta calle, pueblo y votos.
Las encuestas reflejan una caída en la popularidad del gobierno, pero si no se activa un movimiento popular, cercano, de calle y no de redes sociales, de escaleras arriba y no de radios, de gente real, que cree empatía, no se habrá logrado nada.
No entender la necesidad de estas elecciones iría más allá de volver a tropezar con la misma piedra, sería hacerse un collar con la piedra y exhibirlo con orgullo.
Solo que los collares de piedra hunden a los suicidas.
martes, 28 de octubre de 2014
martes, 10 de junio de 2014
La fiesta de los planetas (segundo cuento para Roangely)
Cada ciertos millones de años los
planetas del Sistema Solar se reúnen para hablar y contar como les ha ido. La
vida de los planetas no es como la nuestra, para ellos, 100 años de los
nuestros son como medio segundo. La vida de los planetas se cuenta en millones
y millones de años.
Todos los planetas estaban listos
para la ocasión, Júpiter, el gigante de los planetas, solamente el sol es más
grande que él. A Júpiter le gusta que lo vean, exhibir su gran masa, sus
músculos.
Allá estaba Marte, colorado como
siempre, su color rojito mostraba que siempre estaba apenado, es un planeta
tímido, se ríe cada vez que sabe que sale en nuestra televisión.
Saturno con sus anillos, tan
brillantes que se ven a lo lejos, ningún planeta se da este lujo. Son anillos
bonitos de verdad.
Mercurio, por chiquitito, estaba
ahí, pero no lo habían visto, siempre le pasaba, es el planeta más pequeño del
sistema solar y el más cercano al sol, pero es el que más rápido corre, le da
la vuelta al sol en menos tiempo que los demás.
Todos los planetas hablaban y
reían, sus vidas en los últimos millones de años no habían cambiado, por eso
esperaban a la Tierra, el planeta más bonito de todos, con ríos, mares,
montañas, nubes, nieve y muchos seres vivos, algo maravilloso, la Tierra es el
planeta más admirado.
La fiesta seguía y todos vieron
que llegaba un planeta envejecido, sucio, con nubes grises, con selvas
arrasadas, zonas áridas y empobrecidas.
Todos se miraron con horror y
tristeza, no podía ser la Tierra, debe ser algún planeta de otro sistema. Pero
cuando el planeta saludó, se dieron cuenta que sí, era la Tierra. Le
preguntaron qué le pasó y les respondió.
Hace millones de años, cuando las montañas eran altas, los bosques
frondosos, los animales libres y abundantes, los ríos dulces e impetuosos, las
nieves heladas y sólidas, cuando todo era perfecto, aparecieron los hombres y
las mujeres. Por años fueron torpes, mientras aprendían lo que debían saber.
Luego fueron creativos, construyeron y trabajaron como ningún otro ser. Su obra
fue magnífica. Hasta que inventaron la guerra, hasta que comenzaron a dañar a
la naturaleza. Contaminaron, fue lo peor que pudieron hacer. Mataron a los
animales, no para comer, sino por ocio, por maldad. Construyeron grandes
edificios, pero ensuciaron las aguas. Crearon máquinas para transportarse, pero
le hicieron un hueco al cielo. Hasta una bomba capaz de matar a millones de
humanos y dañarlo todo a su paso. Botaron mucha basura.
Pero aún así, creo en la raza humana, creo en los niños, que son el
futuro, sé que van a cuidar, a sembrar más árboles, a botar menos basura, a
reciclar. Me van a hacer una cirugía plástica, como lo llaman ellos y en la
próxima fiesta me van a ver más joven y bonita.
Todos quedaron impactados con el
relato, pero al ver la confianza de la Tierra en los niños, se quedaron
tranquilos y celebraron. Ellos saben que los niños van a cambiar el mundo.
La confesión (cuento escrito para mi sobrina Roangely)
Hola a todos, seguro que me
conocen, seguro que han escuchado mi nombre por todos lados, por la TV, a sus
mamás, a sus papás, a sus maestros y maestras. Seguro que me han visto en las
calles, en las playas, en las plazas, en los parques, en todas partes, en todo
el mundo. De verdad, soy muy famosa, pero yo no quiero ser famosa, yo no quiero
que hablen de mí, que me vean, me da pena estar por ahí.
Si la gente supiera que no me
gusta que me vean, que no me gusta salir de donde debo estar, lo feliz que me
hace estar cuando me tratan como deben tratarme, cuando me dan mi lugar y no me
dejan por ahí, como si no le importara a nadie.
Por eso vengo a hablarles hoy.
¿Ya saben quién soy?
Soy la basura. Tengo muchas
formas, puedo ser un papelito, una caja de cartón, una lata de refresco, un
vaso plástico, un caucho viejo. Puedo tener cualquier tamaño, chiquitata o
gigante, puedo olor bien o muy mal, en todo eso puedo ser muy diferente, pero
mi origen siempre es el mismo, salgo de las manos de ustedes, los humanos.
Como ustedes son niños, quiero
pedirles que me escuchen. No me boten, no me dejen tirada por ahí, métanme en
un contenedor, aprendan a reciclar, pongan los vidrios juntos, las latas
juntas, lo papeles por su lado. Pero por favor, no me lleven a la playa, no me
gusta ir, ni a los parques, ni a las plazas. Las calles se ven mejor sin mí.
Créanme.
Les confieso algo más, ustedes
pueden cambiar el mundo, pueden hacerlo más limpio y bonito. Cuenten conmigo,
yo no quiero ensuciarlo.
Ah, una última cosita. Quien no bota
basura, tiene el alma limpia, como la de ustedes.
lunes, 14 de abril de 2014
La revolución de la culpa
Lo juro, no exagero, estoy pronto a entablar una demanda por la autoría intelectual de la expresión "la cagué". No creo que nadie la haya dicho más veces y no es que sea el campeón en eso, sino que tengo un extraño poder para reconocer que la puse, no antes, para evitarlo, sino después, a veces apenas al pasar momento, a veces a mediano plazo o largo plazo, pero de que lo veo, lo veo Y LO ADMITO.
En 1992, corriendo el 4 de febrero, un soldado, vestido de verde y con boina roja, se paró frente a las cámaras y dijo, en otras palabras, el la cagué más famoso y caro en la historia de Venezuela. El tipo se paró y aunque su palabras fueron otras, el metamensaje fue: "amigos de armas, ustedes por allá hicieron lo suyo, acá, yo la cagué"
Inmediatamente vino el por ahora y la admiración por un hombre que hizo algo impensable, sobre todo en un país donde a un presidente lo había engañado la banca, donde solo un chinito había sido responsable por la corrupción, donde el que no robaba era porque no quería. Ante el asombro de todos, ahí estaba un hombre tomando para sí la responsabilidad por un fracaso.
Sobre esa ola y con un alto nivel de populismo, ese militar se ganó la intención de voto de millones de venezolanos, que lo elegimos presidente.
Pues resulta que nunca más volvería a admitir un error, nunca más volvería, tan siquiera, a admitir que pudo equivocarse.
La revolución bolivariana devino en la revolución de las excusas. La culpa se convirtió en un objeto de terceros, en algo que se ve a lo lejos.
Crisis económica, el paro. Crisis política, en imperio. Escasez, la guerra económica o el acaparamiento o el acaparamiento doméstico. Inseguridad, los medios o los paramilitares en los barrios. La crisis de salud, el capitalismo y así por el tema que quiera. Para todo tienen un culpable.
Chávez primero, y por lógica, sus herederos, sacaron de su cartuchera revolucionaria la responsabilidad de sus acciones, en especial las negativas, son como los evangélicos, cuando eran borrachos, mujeriegos, jugadores o lo que fuera, la culpa era de un demonio, no de ellos.
Pero toda esa política de negación de la culpa le impide al gobierno de Maduro hacer algo que sí es realmente de la Cuarta: echarle la culpa al gobierno anterior, que de verdad, la puso en grande.
Para ellos esa es su gran cagada.
En 1992, corriendo el 4 de febrero, un soldado, vestido de verde y con boina roja, se paró frente a las cámaras y dijo, en otras palabras, el la cagué más famoso y caro en la historia de Venezuela. El tipo se paró y aunque su palabras fueron otras, el metamensaje fue: "amigos de armas, ustedes por allá hicieron lo suyo, acá, yo la cagué"
Inmediatamente vino el por ahora y la admiración por un hombre que hizo algo impensable, sobre todo en un país donde a un presidente lo había engañado la banca, donde solo un chinito había sido responsable por la corrupción, donde el que no robaba era porque no quería. Ante el asombro de todos, ahí estaba un hombre tomando para sí la responsabilidad por un fracaso.
Sobre esa ola y con un alto nivel de populismo, ese militar se ganó la intención de voto de millones de venezolanos, que lo elegimos presidente.
Pues resulta que nunca más volvería a admitir un error, nunca más volvería, tan siquiera, a admitir que pudo equivocarse.
La revolución bolivariana devino en la revolución de las excusas. La culpa se convirtió en un objeto de terceros, en algo que se ve a lo lejos.
Crisis económica, el paro. Crisis política, en imperio. Escasez, la guerra económica o el acaparamiento o el acaparamiento doméstico. Inseguridad, los medios o los paramilitares en los barrios. La crisis de salud, el capitalismo y así por el tema que quiera. Para todo tienen un culpable.
Chávez primero, y por lógica, sus herederos, sacaron de su cartuchera revolucionaria la responsabilidad de sus acciones, en especial las negativas, son como los evangélicos, cuando eran borrachos, mujeriegos, jugadores o lo que fuera, la culpa era de un demonio, no de ellos.
Pero toda esa política de negación de la culpa le impide al gobierno de Maduro hacer algo que sí es realmente de la Cuarta: echarle la culpa al gobierno anterior, que de verdad, la puso en grande.
Para ellos esa es su gran cagada.
domingo, 16 de febrero de 2014
Volver al futuro
De pronto, al abrir los ojos, en cualquier día de esta semana, me he despertado en el año 2002, pero es un 2002 raro, los hechos están ahí, pero las caras son otras, los protagonistas diferentes. Es algo que ni la ficción me ayuda a comprender.
Acá estamos, en pleno febrero del 2014 (o eso creo), escuchando "y va caer, este gobierno va a caer", viendo manifestaciones que piden la renuncia al presidente al grito de "vete ya". Altamira de nuevo encendida, Chacaíto, con su Plaza Brión, en pie de lucha. Me pregunto qué pasará con la Plaza de la Meritocracia.
O es que estamos en el 2002, cuando no sabíamos que con acciones democráticas, unidad política, trabajo de calle y liderazgo emergente podíamos, en un futuro no muy lejano conseguir avanzar como oposición y plantarle resistencia al régimen. Será que estamos en el 2002, cuando aventureros e irresponsables prometían "la salida" de Chávez, a la voz de unos fanfarrones sobre una tarima. O cuando un grupo de ambiciosos lanzaron al país a un paro que debilitó a la oposición y le dio una excusa al gobierno para justificar fallas futuras.
Hoy, en el año que sea, se escuchan voces que prometen "la salida", que hablan de estar en la calle, de nuevo, sin objetivo y sin planes. Salgamos a la calle exigiendo la renuncia de Maduro, bien, si renuncia asume Arreaza o Diosdado, hasta llamar a nuevas elecciones, eso plantea la Constitución. No es ido Maduro, nombrado López o Capriles o quien sea. Tampoco lo hubiera sido con Chávez.
El avance de la oposición no puede echarse a la borda por la aventura de dos o tres. El 2015 se asoma con las elecciones legislativas en puertas, tomando al chavismo debilitado y con un presidente pasando de maduro a descompuesto.
El 2002 le dio su vaga y ridícula gesta al presidente en defunciones, hacerle el mismo favor a Maduro es una idiotez. Las acciones que está tomando el alto gobierno lo hunden más, se muestra como el wannabe de dictador que pretende ser. Cerrar medios, amenazar a otros, suspender el servicio de Metro y Metrobus en las zonas gobernadas por la oposición, aún cuando los perjudicados vivan en el oeste de la ciudad, criticar a sus colectivos, culpar sin pruebas y vacilar lo hacen ver tan débil como es. No le hagamos el favor de darle una mano de ayuda.
Las redes sociales me ayudan a entender que estamos en el 2014, donde vertiginosamente se ven las imágenes de lo que sucede en todo el país, la única ventana que nos deja ver la realidad y como tal deben usarse, con responsabilidad, poco ayuda usar fotos de Egipto o del 2002 en acciones del 2014, de nuevo la extraña máquina del tiempo interfiere.
Del 2002 al 2014 ha pasado mucho, es hora de demostrar lo que hemos aprendido.
Como en la famosa película, debemos volver al futuro.
Acá estamos, en pleno febrero del 2014 (o eso creo), escuchando "y va caer, este gobierno va a caer", viendo manifestaciones que piden la renuncia al presidente al grito de "vete ya". Altamira de nuevo encendida, Chacaíto, con su Plaza Brión, en pie de lucha. Me pregunto qué pasará con la Plaza de la Meritocracia.
O es que estamos en el 2002, cuando no sabíamos que con acciones democráticas, unidad política, trabajo de calle y liderazgo emergente podíamos, en un futuro no muy lejano conseguir avanzar como oposición y plantarle resistencia al régimen. Será que estamos en el 2002, cuando aventureros e irresponsables prometían "la salida" de Chávez, a la voz de unos fanfarrones sobre una tarima. O cuando un grupo de ambiciosos lanzaron al país a un paro que debilitó a la oposición y le dio una excusa al gobierno para justificar fallas futuras.
Hoy, en el año que sea, se escuchan voces que prometen "la salida", que hablan de estar en la calle, de nuevo, sin objetivo y sin planes. Salgamos a la calle exigiendo la renuncia de Maduro, bien, si renuncia asume Arreaza o Diosdado, hasta llamar a nuevas elecciones, eso plantea la Constitución. No es ido Maduro, nombrado López o Capriles o quien sea. Tampoco lo hubiera sido con Chávez.
El avance de la oposición no puede echarse a la borda por la aventura de dos o tres. El 2015 se asoma con las elecciones legislativas en puertas, tomando al chavismo debilitado y con un presidente pasando de maduro a descompuesto.
El 2002 le dio su vaga y ridícula gesta al presidente en defunciones, hacerle el mismo favor a Maduro es una idiotez. Las acciones que está tomando el alto gobierno lo hunden más, se muestra como el wannabe de dictador que pretende ser. Cerrar medios, amenazar a otros, suspender el servicio de Metro y Metrobus en las zonas gobernadas por la oposición, aún cuando los perjudicados vivan en el oeste de la ciudad, criticar a sus colectivos, culpar sin pruebas y vacilar lo hacen ver tan débil como es. No le hagamos el favor de darle una mano de ayuda.
Las redes sociales me ayudan a entender que estamos en el 2014, donde vertiginosamente se ven las imágenes de lo que sucede en todo el país, la única ventana que nos deja ver la realidad y como tal deben usarse, con responsabilidad, poco ayuda usar fotos de Egipto o del 2002 en acciones del 2014, de nuevo la extraña máquina del tiempo interfiere.
Del 2002 al 2014 ha pasado mucho, es hora de demostrar lo que hemos aprendido.
Como en la famosa película, debemos volver al futuro.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)