El título de esta nota fue tomado de un capítulo de los Picapiedras, en el cual, el audaz Pedro Picapiedras se hacía pasar, dada su semejanza física, por un mandatario de un país, que, por la época del capítulo original, el acento y las formas, se pude suponer era de la extinta Europa socialista.
Durante el desarrollo de los acontecimientos, Picapiedras/presidente repetía la frase para justificar su insurgencia en el poder, el pueblo muera de hambre, lago había que hacer. Por supuesto, estaba ataviado con galas militarescas y era tratado como su Alteza Real y no como un presidente de un país socialista, porque los lujos y los altos protocolos no tienen ideologías.
El pueblinski está muriendo de hambrinski.
Eso era todo lo que debía decir, pero la audacia, como la estulticia, no tienen límites y en muchos casos tampoco tienen muros de contención y Pedro Picapiedras habló de más, metiéndose en grandes problemas por salirse del libreto, pues, al igual que el presidente usurpador, el imitador tampoco tenía idea de lo que hacía.
Ese es el principal problema con los usurpadores o con aquellas personas que sin tener los méritos son impuestas por otros. Pueden hablar mucho, pero tienen poco que decir, pueden hacerse los poderosos, rodearse de milicias, armas y espadas, pero son como aquellos boxeadores, que son temidos por su pegada, pero tienen mandíbulas de cristal y piernas flojas, la lona los espera.
Hambrinski, el hambre del pueblo lo justifica todo, incluso desconocerse y deslastrarse de los errores pasados, como si no se tuviera paternidad en la culpa, aquellas personas carentes de legitimidad y solidez nunca admiten, nunca hacen un mea culpa.
Picapiedras terminó su aventura a las carreras, huyendo de un grupo que buscaba justicia y trataba de derrocar al Presidente, pues la justicia tiene brazos muy largos y llega a quienes le deben y le temen.
Mientras tanto, acá en Venezuela unos usurpadores están matando de hambrinski al pueblinski.
miércoles, 24 de abril de 2013
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