martes, 10 de junio de 2014

La fiesta de los planetas (segundo cuento para Roangely)

Cada ciertos millones de años los planetas del Sistema Solar se reúnen para hablar y contar como les ha ido. La vida de los planetas no es como la nuestra, para ellos, 100 años de los nuestros son como medio segundo. La vida de los planetas se cuenta en millones y millones de años.

Todos los planetas estaban listos para la ocasión, Júpiter, el gigante de los planetas, solamente el sol es más grande que él. A Júpiter le gusta que lo vean, exhibir su gran masa, sus músculos.

Allá estaba Marte, colorado como siempre, su color rojito mostraba que siempre estaba apenado, es un planeta tímido, se ríe cada vez que sabe que sale en nuestra televisión.

Saturno con sus anillos, tan brillantes que se ven a lo lejos, ningún planeta se da este lujo. Son anillos bonitos de verdad.

Mercurio, por chiquitito, estaba ahí, pero no lo habían visto, siempre le pasaba, es el planeta más pequeño del sistema solar y el más cercano al sol, pero es el que más rápido corre, le da la vuelta al sol en menos tiempo que los demás.

Todos los planetas hablaban y reían, sus vidas en los últimos millones de años no habían cambiado, por eso esperaban a la Tierra, el planeta más bonito de todos, con ríos, mares, montañas, nubes, nieve y muchos seres vivos, algo maravilloso, la Tierra es el planeta más admirado.

La fiesta seguía y todos vieron que llegaba un planeta envejecido, sucio, con nubes grises, con selvas arrasadas, zonas áridas y empobrecidas.

Todos se miraron con horror y tristeza, no podía ser la Tierra, debe ser algún planeta de otro sistema. Pero cuando el planeta saludó, se dieron cuenta que sí, era la Tierra. Le preguntaron qué le pasó y les respondió.
Hace millones de años, cuando las montañas eran altas, los bosques frondosos, los animales libres y abundantes, los ríos dulces e impetuosos, las nieves heladas y sólidas, cuando todo era perfecto, aparecieron los hombres y las mujeres. Por años fueron torpes, mientras aprendían lo que debían saber. Luego fueron creativos, construyeron y trabajaron como ningún otro ser. Su obra fue magnífica. Hasta que inventaron la guerra, hasta que comenzaron a dañar a la naturaleza. Contaminaron, fue lo peor que pudieron hacer. Mataron a los animales, no para comer, sino por ocio, por maldad. Construyeron grandes edificios, pero ensuciaron las aguas. Crearon máquinas para transportarse, pero le hicieron un hueco al cielo. Hasta una bomba capaz de matar a millones de humanos y dañarlo todo a su paso. Botaron mucha basura.

Pero aún así, creo en la raza humana, creo en los niños, que son el futuro, sé que van a cuidar, a sembrar más árboles, a botar menos basura, a reciclar. Me van a hacer una cirugía plástica, como lo llaman ellos y en la próxima fiesta me van a ver más joven y bonita.


Todos quedaron impactados con el relato, pero al ver la confianza de la Tierra en los niños, se quedaron tranquilos y celebraron. Ellos saben que los niños van a cambiar el mundo.                                      

La confesión (cuento escrito para mi sobrina Roangely)

Hola a todos, seguro que me conocen, seguro que han escuchado mi nombre por todos lados, por la TV, a sus mamás, a sus papás, a sus maestros y maestras. Seguro que me han visto en las calles, en las playas, en las plazas, en los parques, en todas partes, en todo el mundo. De verdad, soy muy famosa, pero yo no quiero ser famosa, yo no quiero que hablen de mí, que me vean, me da pena estar por ahí.

Si la gente supiera que no me gusta que me vean, que no me gusta salir de donde debo estar, lo feliz que me hace estar cuando me tratan como deben tratarme, cuando me dan mi lugar y no me dejan por ahí, como si no le importara a nadie.

Por eso vengo a hablarles hoy.

¿Ya saben quién soy?

Soy la basura. Tengo muchas formas, puedo ser un papelito, una caja de cartón, una lata de refresco, un vaso plástico, un caucho viejo. Puedo tener cualquier tamaño, chiquitata o gigante, puedo olor bien o muy mal, en todo eso puedo ser muy diferente, pero mi origen siempre es el mismo, salgo de las manos de ustedes, los humanos.

Como ustedes son niños, quiero pedirles que me escuchen. No me boten, no me dejen tirada por ahí, métanme en un contenedor, aprendan a reciclar, pongan los vidrios juntos, las latas juntas, lo papeles por su lado. Pero por favor, no me lleven a la playa, no me gusta ir, ni a los parques, ni a las plazas. Las calles se ven mejor sin mí. Créanme.

Les confieso algo más, ustedes pueden cambiar el mundo, pueden hacerlo más limpio y bonito. Cuenten conmigo, yo no quiero ensuciarlo.


Ah, una última cosita. Quien no bota basura, tiene el alma limpia, como la de ustedes.